lector de fragmentos

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miércoles, 8 de abril de 2015

Vendedor Ambulante de Objetos

Vendedor Ambulante de Objetos Poéticos

Por Jorge Álvarez


Diría que la poesía es un Género desvalorizado, pero también extrañamente de alguna manera se nos presenta hermético, para iniciados, de culto, además está el dilema de no venderse, un producto desechable, que el poeta que es editado por lo general regala a sus pares, y estos van produciendo volumen que es necesario cada cierto tiempo desestimen de sus libreros para hacer espacio a otros libros ciertamente más importantes. Yo soy un poeta que vende sus libros en la calle, en circuitos de negocios de entretención, de tragos. Una atrevida forma de vender Libros, y en este caso de poesía. Por mis años en el medio podría hablar sobre los compradores de libros en estos circuitos alternativos, he vendido miles y sé que hay un lector ávido de literatura con un perfil bastante desconocido para los editores; otras cosas podría decir sobre el hecho de escribir poesía teniendo la calle como mesa de trabajo, digo “la venta de libros”. He desarrollado una especie de leyes que no puedo desconocer, cierta disciplina de Filósofo Zen, para salir vivo de este asunto, aunque las cicatrices quedan, y los temas ya no son temas sino artilugios para sorprender al posible lector; agrego el hecho no menor de tener que compartir con todo tipo de vendedores, cantantes, mendigos, lo que me ha predispuesto para mi trabajo, luego de meditaciones varias a una lentitud, y estrategia en donde la síntesis en lo que digo -un límite poético diría-, el abordar las mesas con la desmesura del que no se nota, y abandona el lugar sin que se den cuenta, porque así debe ser . Lo que se dice, las miradas cruzadas con ciertas mozas, la visión oblicua, de soslayo a unos senos que acaparan gran parte de mi perspectiva aérea -admiración por la pintura china de viejos maestros-, y lo más importante: las interesantes conversaciones, la infinidad de ideas y procedimientos que he recogido en mis libros corregidos en esos corredores que son las veredas de ida o venida de los bares. Entras al bar y ya no hay neutralidad, pero cada vez son menos los espacios que visito, y casi siempre limito mis ventas a los parroquianos que se encuentran al interior , así evito cierta competencia, y puedo moverme con la lentitud que necesito para firmar cada libro que es adquirido. Si vendo Objetos poéticos, poco sé sobre lo que compra este posible lector. Porque lo que sorprende de estos objetos es que eso improbable, su lectura, es negada, y el susodicho se convierte en un mero Observador comprando lo poético de un Objeto. Me explico.

Por qué alguien compra un Libro, o por qué alguien vende un Libro son dos dudas sin respuesta, mercancía en tránsito, un Objeto cultural, signado como saber. No podría tener la claridad suficiente, pero en el intento de explicar el por qué vendo en tal cantidad estos Libros (Objetos), establezco ciertas probabilidades . Podría ser visto como un agitador cultural, alguien que pone el cuerpo en lo que hace, que interviene la escena pública con poesía, ese territorio cruzado por múltiples lecturas.

Soy un comprador compulsivo de Libros, pero es muy difícil que compre todos los libros que me gustaría comprar, es imposible y no quiero caer en explicaciones vanas, y los que adquiero son libros que presumiblemente no volveré a encontrar, soy un comprador de libros de reventa. Muchos son los libros que he visto sólo una vez en mi vida, y este presentimiento me lleva a comprar ese ejemplar y no otro. No soy coleccionista de primeras ediciones, incunables; adquiero un libro por intuición, y por supuesto por la experiencia de haber mirado buenas bibliotecas, y miles de libros ordenados en anaqueles, respirado ese olorcillo a libro, a letra impresa. He leído poco, pero por muchos años, he respirado, imaginado, y escrito por estos desconocidos paisajes, y ciertamente enredado en el lenguaje tangencial, especular, sugerente, que en el texto poético te hace volver sobre las palabras, no perder de vista el orden en que se presenta el texto, y reconocer a ese lector que lee por ti que lees ahora. Todo se presenta desmedido, absurdo en la medida en que cada justificación, o injustificación en el por qué se compra un libro de poesía olvida lo que ignoramos de esta acción , de este conocimiento , esta herramienta que es el lenguaje que se nos da con una obviedad y cotidianidad de hábito que fija un cierto orden de cosas permanentes de tal extrañeza que te deja sin palabras, y te sustrae, borra como algo que jamás ha sido pronunciado.

Como vendedor de libros de poesía el estado de cosas no tiene diferencia. Hay algunas actividades que comienzas a desarrollar sin saber muy bien por qué, presintiendo que algún día lo sabrás, y el acto mismo de la venta es algo que ya hice, y pasó sin tener la consistencia de algo durable, porque siempre es otra cosa lo que está sucediendo y es otro el lugar en donde se resuelve y es sin formular pregunta ni dudar de lo concreto de estos actos. Los protagonistas de esta actividad , no lo debo olvidar son los lectores, los posibles compradores de estos libros, Objetos que se tranzan en estos circuitos, en donde la cultura se vive, está por fuera de la institución, en donde todas las tribus urbanas conviven en una caótica riqueza, con todos los resquicios que escapan al Sistema. Quería decir algo sobre la poesía, la venta ambulante de libros, el sin número de parroquianos que algo me han dicho, las rutinas del bar, pero tener el texto como interlocutor cuando no ha sido domesticado te lleva por caminos que desconoces, y piensas escribir en el momento de apuntar la meada al urinario del baño en que otras preguntas sobre sentirme desbordado, con un sentimiento de vida, a esta hora y justamente ayer estaba a kilómetros de distancia, y lo que hacía era imaginar este sol que me acompaña y se expande desde mi corazón por toda la ciudad , y es bello transitar uno más, embriagado con todos estos años de vida encima.

Aunque lo anecdótico y podría decir épico de este asunto de salir a la calle, lo bochornoso de ser el individuo que interrumpe el hemiciclo de alguna mesa en donde lo inesperado está al acecho, el tedio argumentaría y quiero que se den cuenta que estoy aplazando el desenlace, que prefiero sentarme en algún banco de plaza cercana y respirar, darme cuenta que todo esto no tiene importancia. Detenido ahí, en medio del tráfico incesante de cuerpos indiferentes. Todas las vestiduras son hábitos. Cruzo la calle , interrumpo por un segundo detenido en el gesto de pedir disculpas, antepongo un libro y sigo zigzagueando entre mesas, mozos, parroquianos, y voy como en un tic, sin alteraciones dando cuenta de este adminículo poético. Todos los rostros se superponen y salgo a la calle. Una noche de eclipse en plena montaña, tantas caminando mi oscuridad, todo a la vez, la mañana en que desperté. Un Libro, este Objeto, este primer Lector. El trámite de ir al próximo bar bajo la oscuridad de una vereda poco transitada, la visión auto flagelante del escritor saliendo de la zona con la convicción de lo indigesto de vender en público un Objeto para desvirtuar a incautos lectores con la obviedad en que la materialidad de la letra impresa, y el soporte sobre el que se imprime alguna conjetura es símil de lo que se pretende poético. Puedo concluir, podré interrogarme -otro hablante más-, un desconocido, una sombra en la penumbra, mientras solitarios bebedores conversan y ríen, en plena ciudad, una noche como esta


Para fines del 2013, con la edición de poemas Metafísicos dejé de vender El Objeto y La invención de la Hoja en Blanco, la segunda parte del mismo. Ahora luego de algunos meses con la idea de presentar una tercera parte y dejando escritos en perdidos espacios de la web sospecho que habrá una edición definitiva pronto...( recuerdo en este momento que el- libro inédito -lleva 20 años esperando ser editado.)

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